Minimalismo: menos es más. En un mundo saturado de estímulos, tendencias fugaces y consumo excesivo, el minimalismo se alza como una declaración de intenciones. En la moda, esta filosofía no solo propone una estética limpia y depurada, sino también una forma más consciente de vestir. Aquí, “menos es más” no es solo una frase bonita: es una actitud.

El minimalismo como estilo

La moda minimalista no necesita de excesos para destacar. Colores neutros, líneas simples, cortes precisos y una paleta reducida de prendas esenciales componen su esencia. Se trata de eliminar lo superfluo para dejar espacio a lo esencial. Y en esa aparente simplicidad, se esconde una sofisticación silenciosa.

Diseñadores como Phoebe Philo durante su etapa en Céline, o marcas como The Row, COS o Jil Sander han elevado el minimalismo a la categoría de arte. No se trata de aburrimiento, sino de equilibrio. De pensar bien cada prenda y su función. De crear un armario que hable de identidad y no solo de tendencia.

Minimalismo no es monotonía

Una de las críticas comunes al minimalismo es su falta de “diversión”, pero eso depende del ojo que mira. Un blazer perfectamente entallado, un vestido negro sin adornos, un pantalón de corte recto en lino natural… son piezas que cuentan historias distintas en cada cuerpo, en cada contexto. La clave está en los detalles: la caída de la tela, la textura, el corte.

Además, el minimalismo no está reñido con la creatividad. Al contrario, obliga a ser más intencional, a experimentar con menos. A combinar de forma más inteligente. A apreciar la calidad sobre la cantidad.

Moda lenta, consumo consciente

El auge del minimalismo en la moda también responde a una necesidad: consumir de forma más responsable. En lugar de comprar 10 prendas baratas que duran poco, se apuesta por 3 que perduran en el tiempo. Es una manera de resistir al fast fashion y reconectar con la idea de que vestir también es un acto ético.

Menos es más, también en el fondo

Adoptar una moda minimalista no es solo cambiar el armario, es también un cambio mental. Es aprender a soltar, a valorar lo que se tiene, a entender que no necesitamos tanto para vernos —y sentirnos— bien. Es vestir desde la calma.

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